lunes, 30 de mayo de 2011

Jardicel Poncela VI: Eloisa... (1943) y las adaptaciones

Entre 1939 y 1946 Jardiel logra grandes triunfos en los escenarios: Un marido de ida y vuelta, (1939), Eloísa está debajo de un almendro (1940), Los ladrones somos gente honrada (1941), Madre (el drama padre) (1942), Es peligroso asomarse al exterior (1942) y otras. Naturalmente, la industria española del cine (y también la argentina y la mejicana) aprovechan este tirón para llevar a la pantalla sus textos, aunque, como Jardiel está ya desengañado del cine o demasiado absorbido por su compañía, las adaptaciones deben realizarlas otros.
En concreto, entre 1942 y 1946 se ruedan las siguientes películas: Los ladrones somos gente honrada (1942), Eloísa está debajo de un almendro (1943), El amor es un microbio (1944), versión argentina de su comedia Un adulterio decente (1935), Usted tiene ojos de mujer fatal (1945), película mejicana, Es peligroso asomarse al exterior (1945), Las cinco advertencias de Satanás (1945), Los habitantes de la casa deshabitada (1946) y No te cases con mi mujer (1946), versión de Un marido de ida y vuelta. En el caso de las películas españolas, este conjunto de títulos forma parte de la amplia producción de comedias de los años cuarenta, producción que se inspira en las comedias de teléfonos blancos (ya sea en su línea italiana o estadounidense) y en las adaptaciones literarias nacionales, sobre todo, sainetes de los Quintero y textos de Fernández Flórez, Mihura, López Rubio, Tono y el propio Jardiel.
Ahora bien, con excepción de la película de Rafael Gil, Eloísa está debajo de un almendro, la crítica cinematográfica reprueba estas adaptaciones. Una veces porque se trata de películas de poco presupuesto realizadas de forma precipitada; otras veces, porque las películas son demasiado teatrales. El crítico e historiador Fernando Méndez-Leite escribe: “Casi todos los realizadores, al enfrentarse con el teatro del discutido autor, tratan de respetar al pie de la letra la versión escénica sin saber trasplantar a la pantalla sus valores plásticos, el cúmulo de auténticos gags y ocurrencias que hay en toda la obra del malogrado autor. Sólo consiguen un reprobable teatro fotografiado.”[1]
  
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Esta mala fortuna fílmica se une al hecho de que hacia 1947 sus obras teatrales cosechan fracasos continuos y estrepitosos. Comienza entonces un periodo de penuria económica y de deterioro de su salud que le llevan a una temprana muerte en febrero de 1952.

[1] Fernando Méndez-Leite, Historia del cine español, Tomo I, p. 512.
[2] Fernando Méndez-Leite, op. cit., Tomo II, p. 240.
[3] Fernando Méndez-Leite, op. cit., Tomo II, p. 280.
[4] Fernando Méndez-Leite, op. cit., Tomo II, p. 532.

Jardiel Poncela V: el microbio del cine

En 1940 Jardiel lleva a cabo su último proyecto cinematográfico, un proyecto que revela cómo la carrera cinematográfica de Jardiel se ha quedado estancada en los Celuloides rancios, pues tanto los Celuloides cómicos, como esta nueva película, Mauricio o una víctima del vicio (1940), son variaciones sobre aquel éxito. En concreto, estamos ante otra película retrospectiva comentada. Esta vez escoge una producción muda española basada en una novela de Julio Dantás, La cortina verde (1916), a la cual añade, además, un prólogo en el que intervienen él y varios actores. El argumento de Dantás, dice, es “de una estupidez tan alucinante que aun visto en la confusión del negativo, me conmovió como sólo la estupidez integral es capaz de conmover un alma.”[1]
Después de 1941, Jardiel apenas interviene ya en el cine o lo hace de forma testimonial, como ocurre en Fin de curso (1943), donde se interpreta a sí mismo. ¿Por qué Jardiel abandona su trayectoria cinematográfica? La respuesta es que en este medio no logra la libertad creativa que desea y, en cambio, sí consigue esa libertad en el teatro, pues gracias al éxito que desde 1939 alcanzan sus comedias se convierte en director y empresario teatral. Es decir, Jardiel entiende la libertad creativa en el cine como la asunción por parte del escritor de la supervisión, dirección y montaje de la película. Reclama para sí los poderes que le permitan rodar un cine de autor. Esta idea del cine puede ser muy discutible, pero la defenderán en los sesenta los críticos franceses, aunque otorgando dicha autoría al director. En mayo de 1934, Jardiel formula este punto de vista en el prólogo de Angelina o el honor de un brigadier:
El cine, tal y como se produce en España -e incluso en Hollywood- es el microbio más nocivo que puede encontrar en su camino un escritor verdadero.
El verdadero escritor no tiene ni tendrá nada que hacer en el cine mientras no asuma en sí los cuatro cargos u oficios en que se apoya una producción cinematográfica: escribir, dirigir, supervisar el “set” y realizar el montaje.
Pero mientras el escritor sea uno, otro la persona que dirija y otro supervise el trabajo del “set”, y otra realice el montaje, lo que resulte no resultará nunca perfecto, y cuando se acierte, el acierto será puramente casual.
Esta opinión, que nació en mí a los pocos días de pisar y observar los Studios de Hollywood, seguramente hará estallar en protestas indignadas a los cineastas españoles; pero [...] añadiré que no soy solo el que la mantiene [...] tuve la satisfacción íntima de oírle hablar a Chaplin que su idea acerca del cine era la misma, lo cual -por otra parte- está demostrada suficientemente a lo largo de su singularísima carrera de escritor-director-actor-supervisor.
Sin mando único, se acertará una vez de cada cien; tanto por ciento resistible para los americanos que producen intensísimamente, pero ruinoso para la naciente producción cinematográfica española, que logra diez películas al año.
En cine, como en todo arte, el tema tiene que darlo el escritor, que es el que imagina; y desarrollarlo -y dirigirlo- él, que es quien lo ha imaginado; y realizar el montaje él también, que es quien tiene la película en la cabeza.
Lo cual -naturalmente- no podrán hacerlo todos los escritores. Pero es indispensable que lo haga el escritor.[2]

En definitiva, ya fuese por falta de libertad creativa o por incapacidad para adaptarse a una producción industrial, Jardiel abandona su trayectoria cinematográfica: primero en Hollywood (donde, en cambio, sí triunfan otros escritores europeos, como Billy Wilder) y después en el cine español (donde, asimismo, su compañero de generación, Edgar Neville, alcanza una brillante trayectoria). Como arrepintiéndose del tiempo perdido con las películas, al final de su vida escribe el siguiente pensamiento: “Huye del cine y manda  [...] al cuerno al cineasta.”[3]


[1] Enrique Jardiel Poncela, op. cit., 1969, Tomo II, p. 234.
[2] Enrique Jardiel Poncela, Obra Selecta, Barcelona, Editorial AHR, 1973, pp. 507-508.
[3] Enrique Jardiel Poncela, op. cit., 1973, p. 855.

Jardiel Poncela IV: Celuloides cómicos (1938)

Tras su experiencia en Hollywood, Jardiel queda en Madrid dispuesto a triunfar en el cine español. En la primavera de 1936 adapta para el cine su obra Usted tiene ojos de mujer fatal e inicia el rodaje de una serie de cortometrajes para la productora CEA. Estos cortos se basan en relatos publicados por el autor entre 1926 y 1928 en las páginas de Buen Humor y Gutiérrez. Sin embargo, la Guerra Civil interrumpe este proyecto, así como el rodaje en Barcelona de Usted tiene ojos de mujer fatal (1936-1938).
En agosto de 1936, Jardiel es detenido por las fuerzas revolucionarias tras una acusación que se demuestra infundada. Para evitar el peligro de nuevas denuncias, se encierra durante meses en su casa. En 1937, se traslada a Barcelona y allí permanece, como se decía entonces, “emboscado”, es decir, desarrolla una aparente vida “revolucionaria”. Esto le permite seguir representando sus obras, además de trabajar en el montaje de Usted tiene ojos de mujer fatal y de escribir el guión de su comedia Las cinco advertencias de Satanás (1937), película mal recibida por el público y la crítica.
Poco después, escapa de la zona roja y llega a Marsella. Desde este puerto, sale para Buenos Aires con el fin de resarcirse económicamente trabajando en el cine y en la radio argentina. En concreto, escribe el guión de la película Margarita, Armando y su padre (1939). Basada en otra de sus obras, el filme recibe un premio en la Bienal de Venecia.
En 1938, regresa a la España nacional y en la ciudad de San Sebastián continúa realizando sus cortometrajes para CEA, los cuales agrupa bajo el nombre de Celuloides cómicos (1936-1939). Los cortos llevan por título Un anuncio y cinco cartas, Definiciones, Letreros típicos y El fakir Rodríguez

Respecto a su situación política dentro del Nuevo Estado, apenas puede mantener una actitud independiente. Antes del estallido de la guerra, se declaraba apolítico, o más bien ecléctico: gustaba del sentido histórico nacional de las derechas y de la defensa del progreso y de la libertad de las izquierdas. Ahora, tras sufrir la revolución, se muestra como un ferviente antiizquierdista, pero sin militar en ninguna facción o familia franquista. Lo cierto es que sus giras teatrales por Hispanoamérica serán boicoteadas por los exiliados, mientras la censura nacional prohibe sus novelas y la película Angelina o el honor de un brigadier.

Jardiel Poncela III: Angelina... (1935)

La segunda etapa de Jardiel en Hollywood transcurre entre julio de 1934 y abril de 1935. Trabaja para la Fox en las películas Nada más que una mujer (Pursued, 1934), Señora casada necesita marido (1934) y ¡Asegure a su mujer! (1934). Una vez más su papel en estas producciones es muy secundario, incluso reniega de Nada más que una mujer: “Yo di mi opinión desfavorable para el argumento, pero a regañadientes escribí el diálogo. Y tantos cortes, añadidos y rectificaciones se hicieron durante el rodaje, que me negué a otorgarle mi paternidad.”[1] 
Otra cosa es lo que sucede con Angelina o el honor de un brigadier (1935). Basada en la obra teatral del mismo nombre estrenada un año antes y dentro del estilo de La venganza de don Mendo, con su diálogo en verso se convierte en una de las mejores y más originales películas habladas en español. En realidad, ésta producción puede considerarse como la segunda película de Jardiel, ya que, además de escribir el guión, él mismo escoge a los intérpretes y lleva la dirección artística, mientras el director Louis King se ocupa de la parte técnica. Los intérpretes principales son Rosita Díaz Gimeno y José Crespo. 
En abril de 1935, Jardiel regresa a España temporalmente para estrenar una comedia. Su contrato con Hollywood termina en junio y tiene opción para firmar una prórroga de un año. Sin embargo, Jardiel ya tiene pensado no renovar. Va a quedarse en Madrid para trabajar en el cine español en más altas responsabilidades. Lo cierto es que la Fox es quien cancela el contrato antes de tiempo, ya que, para entonces, el doblaje se ha consolidado como la fórmula idónea para superar las barreras idiomáticas y, por lo tanto, Hollywood abandona la producción de películas en distintas lenguas. Además, el resultado de esta experiencia ha sido más bien negativo, tanto en términos artísticos como económicos: en parte, porque se contrató a trabajadores extranjeros poco preparados; en parte, porque a otros trabajadores extranjeros se les impidió trabajar con libertad, una libertad necesaria para adecuar la producción del estudio a las distintas mentalidades nacionales.

[1] Florentino Hernández Girbal, “Los que pasaron por Hollywood: Enrique Jardiel Poncela”, Cinegramas, nº307, 7-IV-1935.

Jardiel Poncela II: Celuloides rancios (1933)

En 1933 Jardiel se traslada a París para trabajar en los estudios de la calle Billancourt de la Fox. Durante el mes de septiembre, realiza la que puede considerarse, con ciertos matices, como su primera película. Me refiero a Celuloides rancios. Los matices vienen del hecho de que Jardiel no rueda una película, sino que toma un conjunto de producciones mudas, filmadas entre 1903 y 1906, y escribe un texto humorístico y paródico que luego se añade como banda sonora.  Las películas se titulan Emma, la pobre rica, basada en El conflicto de Emma (Emma`s dilema, 1906); Los ex presos y el expreso, sobre El gran robo del tren (The gread robbery, 1903); Cuando los bomberos aman, basada en La corista (The chours girl, 1908); Rusaki guani zominovitz, sobre El corazón de Waleska (The heart of Walesca, 1905); El amor de una secretaria, basada en Por el hombre que ella ama (For the man she loved, 1906); y El calvario de un hermano gemelo, sobre Los duques gemelos y la duquesa (Twin dukes and she duckess, 1905).
Como ha señalado Bernando Sánchez Salas en “Jardiel se explica: Los celuloides rancios”, la idea de poner un comentario humorístico a viejas películas ya está en el material sobre el que Jardiel trabaja, es decir, el comentarista y editor Lew Lerhr había reducido estas y otras películas viejas a un rollo y las había añadido un comentario humorístico. Lo que se pide a Jardiel es que escriba un texto nuevo y en español para alguna de ellas. Por otra parte, las películas comentadas tienen su antecedente en ciertas prácticas de cine mudo, ya sea en la labor de los explicadores o bien en la organización de sesiones de cine que consisten en superponer sobre la proyección muda las voces en directo de un grupo de actores, los cuales pueden interpretar un texto paródico.
En cualquier caso, también es cierto que en los escritos de Jardiel está implícita esta idea desde, al menos, 1928. Por entonces había publicado en la revista de humor Gutiérrez lo que él llamaba Cinedramas, es decir, argumentos de películas en tono bufo y paródico. En concreto, escribió “El correo de Baltimore (Argumento de película ferroviaria)” y “Carne de búfalo, el terror del rancho (Argumento de película del oeste)”. Lo que hace ahora es unir esta idea con la técnica del doblaje, de modo que sobre cada película muda se lee un cinedrama escrito ex profeso y con una estructura similar: título humorístico, resumen en verso del argumento, comentario bufo de las imágenes y moraleja final jocosa.



 Este juego con los códigos cinematográficos es uno de los primeros ejemplos de eso que hoy se llama desmontaje, es decir, se cogen imágenes de aquí y de allá y se las monta con un significado nuevo que amplía, contradice o subvierte la construcción de sentido original. En concreto, en Celuloides rancios Jardiel descubre que “ciertos procedimientos dramáticos de ayer, ya en desuso, constituyen para los públicos de hoy, habituados a otros procedimientos dramáticos más sinceros, una fuente de regocijo.”[1] El éxito de esta idea es tal que da lugar al “cine retrospectivo comentado”, una moda que será practicada por muchos cineastas e, incluso, por compañeros de generación. Recuérdese Un bigote para dos (1940) de Tono y Mihura o La tigresa (What’s up Tiger Lily, 1966) de Woody Allen. Asimismo, repitiendo esta idea de subvertir viejos códigos artísticos, Jardiel escribe para la escena la parodia folletinesca Angelina o el honor de un brigadier. Un drama en 1880 (1934), cuyo gran éxito le proporciona un segundo contrato con Hollywood. Antes escribe para Benito Perojo ¡Se ha fugado un preso! (1934), una historia sobre un presidiario que se oculta en un transatlántico de lujo.


[1] Enrique Jardiel Poncela, Obras Completas, Barcelona, AHR, 1969, Tomo I, p. 387.

Jardiel Poncela I: Hollywood

Enrique Jardiel Poncela nace en 1901 en el seno de una familia de clase media e ilustrada. Su padre, Enrique Jardiel Agustín, era periodista y su madre, Marcelina Poncela, pintora. Aficionado a escribir sobre sí mismo, se retrata como un hombre feo, bajo, delgado, de rostro afilado y pelo negro. Su carácter, confiesa, es muy variable. Va por oleadas y situaciones. Puede ser tímido y audaz, trabajador infatigable y vago redomado, malhumorado y simpático, alegre y depresivo, vanidoso y modesto. Con ciertas mujeres es misógino y hasta cruel, con otras, delicado y sensual.
Alumno poco aplicado, abandona los estudios tras la muerte de su madre  y comienza a trabajar en la prensa diaria y en la prensa humorística. Publica cientos de artículos y de cuentos y también escribe más de veinte obras teatrales en colaboración con Serafín Adame. En 1927, logra una gran popularidad con su primera comedia en solitario, Una noche de primavera sin sueño. En 1928, alcanza un éxito similar con la novela, Amor se escribe sin hache. Durante los años siguientes, continúan los triunfos, tanto en el teatro, Margarita, Armando y su padre (1931), Un adulterio decente (1935), como en la novela, Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? (1931), La “tournée de Dios (1932), etc.
Esta producción literaria le ratifica como un autor capaz de aunar experimentación formal y éxito popular. Siguiendo a la vanguardia artística, en su humorismo hay un rechazo de la sociedad, una crítica de las convenciones y de la moral y una atracción por el juego, la crueldad, la locura y el erotismo. Jardiel, en efecto, rompe con la lógica del lenguaje y con  la verosimilitud de la acción, si bien la mayor parte de las veces termina por hacer concesiones, de modo que las frases sin sentido, el disparate, los monólogos incoherentes o las salidas extemporáneas concluyen con un final convencional.
Esta brillante trayectoria literaria, y su amistad con José López Rubio, que se encuentra en Hollywood empleado como guionista, le proporcionan un contrato de seis meses para trabajar en el Departamento Exterior de la productora de películas norteamericana Fox Film. En realidad, Jardiel ya había intervenido en el cine. En 1927, adapta para la pantalla la obra de Carlos Arniches Es mi hombre, dirigida por Carlos Fernández Cuenca.
Su contrato con Hollywood está relacionado con la llegada del cine sonoro. La necesidad de rodar películas en distintos idiomas supone un momentáneo descalabro para aquellas cinematografías que, como la de Estados Unidos, basan su industria en el comercio internacional de películas. Digo descalabro momentáneo porque las “mayors” norteamericanas esperan aprovechar su ventaja tecnológica para lograr con sus filmes hablados una mayor penetración en los mercados exteriores, ya que una buena parte del resto de las cinematografías carecen de estudios con equipos sonoros: son incapaces de rodar películas habladas. De este modo, en 1929 Hollywood inicia una política cinematográfica basada en rodar versiones en distintos idiomas de sus grandes éxitos en inglés e, incluso, se ruedan películas en un idioma único pensadas para exhibirse en su área cultural. Naturalmente, esta política implica la contratación de actores y escritores de múltiples nacionalidades: franceses, italianos, españoles, mejicanos, etc. Todos ellos se trasladan a Hollywood o bien a los estudios franceses Des Réservoirs, abiertos por la Paramount en Joinville-le-Pont (París). Entre los numerosos intelectuales y artistas españoles que participan de esta experiencia se encuentran la actriz Catalina Bárcena, el director Benito Perojo, el escritor Gregorio Martínez Sierra, que supervisa la producción en castellano de la empresa Fox, y varios compañeros de generación de Jardiel, como Tono, Neville o López Rubio. Para diferenciar esta producción del cine rodado en España, se acuña la expresión “películas habladas en español o castellano”.
En concreto, Jardiel se traslada a Hollywood en septiembre de 1932. Según su testimonio, en su decisión de irse a Estados Unidos, no existe la menor pretensión de convertirse en cineasta. Tan sólo espera conocer el país y ganarse de paso unos miles de dólares. En realidad, aunque el cine le parece una expresión artística menor, desea trabajar en los estudios porque encuentra películas y cineastas que muestran sus enormes posibilidades y, sobre todo, le tienta su capacidad para arrastrar al público. Él mismo confiesa que va mucho más al cine que al teatro.
Ahora bien, lejos de asumir cada vez mayores responsabilidades, acercándose a su objetivo de emular a Chaplin, el “verdadero genio de todas las épocas”, sus funciones en el estudio son más bien subalternas, es decir, subordinadas a la cadena de producción. Su primer trabajo, por ejemplo, consiste en la adaptación de diálogos para el doblaje al castellano de las películas El beso redentor (Wild girl, 1932) y Seis horas de vida (Six hours to live, 1932). Luego escribe la adaptación y los diálogos de dos películas habladas en español protagonizadas por el actor José Mojica: El rey de los gitanos (1933) y La melodía prohibida (1933). También ayuda a José López Rubio en la adaptación y diálogos de dos obras de Gregorio Martínez Sierra, Primavera en Otoño (1933) y Una viuda romántica (1933), en las que, asimismo, interviene como actor. Y, sobre todo, se ocupa de que los actores mejicanos, panameños, venezolanos y demás artistas hispanos que trabajan para la Fox hablen un castellano que se entienda tanto en Iberoamérica como en España, evitando acentos y modismos locales no requeridos por la acción. Los desaguisados lingüísticos de muchas películas habladas en castellano habían levantado las iras de los intelectuales españoles, y hasta de la propia Real Academia de la Lengua Española.


Finalizado el contrato, Jardiel regresa a España. Según su versión de los hechos, rescinde el compromiso con la Fox antes de tiempo, rechazando una nueva oferta por el doble de dinero. Quiere dejar Estados Unidos porque los continuos terremotos en California provocan docenas de muertos y, además, la situación económica es muy mala, ya que los bancos han cerrado.